
Un día las personas en el Reino
del norte empezaron a tener un problema: había muchos soldados y pocas personas
para trabajar el campo. así que para no morir de hambre el gobierno impulso una
iniciativa para pagar mejor a las personas que quisieran trabajar en el campo,
pero los soldados-ciudadanos preferían la gloria de las armas a una vida
tranquila en el campo, sin embargo las personas del Reino del Sur (que ganaban
muy poquito y no les alcanzaba más que para soñar debido a la sobre-oferta
laboral que malbarataba la mano de obra) se enteraron que en el Reino vecino
pagaban bastante bien a los cosechadores, poquito a poquito y uno a uno
empezaron a ir para el norte en busca de una mejor paga, cruzaron desiertos,
treparon montañas, nadaron en ríos anchos y montaron en bestias para llegar
hasta allá y cuando llegaron no solo fueron bien recibidos, los Sureños hasta sorprendieron
a los güeritos del norte con sus extrañas costumbres, la que más llamo la atención
fue la costumbre que tenían los recién llegados del Sur de sentarse en círculos
a contar las estrellas, hacían esto hasta que tenían los ojos muy rojos de
tanto contar puntitos luminosos y les dolía el cuello por estar volteando hacía
el cielo, esta costumbre primero causo mucha curiosidad entre los del norte,
después de unos días y tras un acercamiento cultural con los del Sur, la
curiosidad se transformó en furor que al final desencadeno la imitación masiva conocida como moda, de
repente, la gente no hacía otra cosa, en las fiestas era la única manera de
socializar, contando estrellas, los
artistas de toda índole contaban estrellas para inspirarse, y las personas que
disfrutaban el arte contaban estrellas, para entenderla.
Todo el mundo contaba sin ningún problema, hasta que los soldados empezaron a descuidar sus puestos por estar contando, a los gobernantes del Norte les molesto bastante esto, su negocio era la guerra, entonces nadie podía distraerse, para que el conteo no interfiriera más decidieron prohibirlo a toda costa, cualquier persona que se encontrara por la noche volteando al cielo era un candidato perfecto para dormir en la cárcel.
Las personas del Sur no iban a
cambiar sus costumbres por lo que dijeran unos cuantos mandatarios, que ni
siquiera eran los suyos, desde sus hogares allá en el Sur les enviaron fotografías
de cielos estrellados para que los que ahora vivían en el Norte pudieran contar
estrellas sin tener miedo de la policía, para poderlo hacer desde su casa y a
plena luz del día, fue después cuando la cosa tomó un cariz económico, tras haber contado
todas las estrellas de la fotografía los Sureños vendían a precios muy altos
las mismas para que los güeritos pudieran contar también, ellos podían pagar
muy bien, y según el sapo es la pedrada ¿qué no?
La solución del gobierno:
inventar un delito “tráfico de fotografías.” De repente en todo el país estaba
prohibido enviar o recibir fotografías de cualquier parte del mundo, y de eso
ya pasaron muchísimos años al grado de que el día de hoy la sociedad piensa que
contar estrellas esta mal solo porque está prohibido, no sólo eso, el monarca actual del Reino del Norte quiere levantar un
muro muy grande, muy alto, para que no puedan pasar nunca más las personas del
Sur ya que todos ellos van cargados de fotografías, algunos despectivamente les
llaman “espaldas-cansadas”.
Una noche, en uno de esos
arranques de libertad y rebeldía un grupo de jóvenes con aerosol en una mano, el
valor en la mirada y los huevos en la garganta pintaron una gran rosa blanca
que estaba toda bañada de sangre. Ellos sabían de quien era esa sangre, y por
culpa de quien había corrido, el dibujo lo decía todo. Debajo de la rosa había
un letrero con letras muy claras:
“Legalicen el Conteo de Estrellas.“
“Legalicen el Conteo de Estrellas.“
Eso no era Grafitti, era un grito de rebelión.
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