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sábado, 23 de diciembre de 2017

La historia de los dos reinos.

Está es la historia del Reino del Norte y del Reino del Sur, un par de reinos vecinos que se dedican a   labores muy distintas, las personas en el Reino del Norte se dedican a expandir sus fronteras por medio de la guerra y la tecnología mientras en el Reino del Sur se dedican a sembrar y cosechar todo aquello que los gobernantes se comen, a cambio los Monarcas del Sur les pagan a los súbditos ciudadanos con tres monedas muy pequeñas, tres monedas que los habitantes utilizaran para comprar una mínima parte y con un precio altísimo aquello mismo que ellos mismos han cosechado. En el Reino del norte casi todos los ciudadanos son soldados y se divierten con actividades que tengan que ver con el adiestramiento del físico y la destreza mientras en el sur, cada quien hace lo que se le da la gana; siempre y cuando haya terminado de cumplir con sus deberes.

Un día las personas en el Reino del norte empezaron a tener un problema: había muchos soldados y pocas personas para trabajar el campo. así que para no morir de hambre el gobierno impulso una iniciativa para pagar mejor a las personas que quisieran trabajar en el campo, pero los soldados-ciudadanos preferían la gloria de las armas a una vida tranquila en el campo, sin embargo las personas del Reino del Sur (que ganaban muy poquito y no les alcanzaba más que para soñar debido a la sobre-oferta laboral que malbarataba la mano de obra) se enteraron que en el Reino vecino pagaban bastante bien a los cosechadores, poquito a poquito y uno a uno empezaron a ir para el norte en busca de una mejor paga, cruzaron desiertos, treparon montañas, nadaron en ríos anchos y montaron en bestias para llegar hasta allá y cuando llegaron no solo fueron bien recibidos, los Sureños hasta sorprendieron a los güeritos del norte con sus extrañas costumbres, la que más llamo la atención fue la costumbre que tenían los recién llegados del Sur de sentarse en círculos a contar las estrellas, hacían esto hasta que tenían los ojos muy rojos de tanto contar puntitos luminosos y les dolía el cuello por estar volteando hacía el cielo, esta costumbre primero causo mucha curiosidad entre los del norte, después de unos días y tras un acercamiento cultural con los del Sur, la curiosidad se transformó en furor que al final desencadeno  la imitación masiva conocida como moda, de repente, la gente no hacía otra cosa, en las fiestas era la única manera de socializar, contando estrellas,  los artistas de toda índole contaban estrellas para inspirarse, y las personas que disfrutaban el arte contaban estrellas, para entenderla.

Todo el mundo contaba sin ningún problema, hasta que los soldados empezaron a descuidar sus puestos por estar contando, a los gobernantes del Norte les molesto bastante esto, su negocio era la guerra, entonces nadie podía distraerse, para que el conteo no interfiriera más decidieron prohibirlo a toda costa, cualquier persona que se encontrara por la noche volteando al cielo era un candidato perfecto para dormir en la cárcel.

Las personas del Sur no iban a cambiar sus costumbres por lo que dijeran unos cuantos mandatarios, que ni siquiera eran los suyos, desde sus hogares allá en el Sur les enviaron fotografías de cielos estrellados para que los que ahora vivían en el Norte pudieran contar estrellas sin tener miedo de la policía, para poderlo hacer desde su casa y a plena luz del día, fue después cuando la cosa  tomó un cariz económico, tras haber contado todas las estrellas de la fotografía los Sureños vendían a precios muy altos las mismas para que los güeritos pudieran contar también, ellos podían pagar muy bien, y según el sapo es la pedrada ¿qué no?

La solución del gobierno: inventar un delito “tráfico de fotografías.” De repente en todo el país estaba prohibido enviar o recibir fotografías de cualquier parte del mundo, y de eso ya pasaron muchísimos años al grado de que el día de hoy la sociedad piensa que contar estrellas esta mal solo porque está  prohibido, no sólo eso, el monarca  actual del Reino del Norte quiere levantar un muro muy grande, muy alto, para que no puedan pasar nunca más las personas del Sur ya que todos ellos van cargados de fotografías, algunos despectivamente les llaman “espaldas-cansadas”.

Una noche, en uno de esos arranques de libertad y rebeldía un grupo de jóvenes con aerosol en una mano, el valor en la mirada y los huevos en la garganta pintaron una gran rosa blanca que estaba toda bañada de sangre. Ellos sabían de quien era esa sangre, y por culpa de quien había corrido, el dibujo lo decía todo. Debajo de la rosa había un letrero con letras muy claras:

“Legalicen el Conteo de Estrellas.“
Eso no era Grafitti, era un grito de rebelión.


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